domingo, 22 de abril de 2012

El 19 de Abril de 1810


     A 202 años de la firma del Acta de la Independencia venezolana, nos detenemos para dirigir nuestra mirada al pasado para reflexionar sobre el cambio radical que produjo la múltiple misión de los revolucionarios del siglo XIX, enmarcados en tres momentos históricos específicos e importantes por su impacto en la emancipación venezolana. Durante este arduo proceso, negros, indígenas, pardos y mantuanos, formaron parte de un proyecto emancipador con peculiares características y con un alcance a nivel nacional como continental para la consolidación de repúblicas independientes.

     Un primer momento es el año 1797 con la conspiración de Gual y España cuyo ideario estuvo expresado en una ordenanza que, en nombre de la Santísima Trinidad, se proponía restituir la libertad del pueblo. Dentro de los puntos fundamentales tocados en ellas tuvo especial importancia la proclamación de los derechos del hombre: igualdad, fraternidad, libertad y propiedad, que además contribuiría con la eliminación de las clases sociales. Pero, aún cuando este movimiento fue descubierto antes de que llegase a estallar, ciertamente logró conmocionar la tranquilidad de la sociedad colonial generando gran preocupación en los mantuanos caraqueños, quienes vieron con este movimiento la amenaza a los privilegios a los cuales no estaban dispuestos a abandonar.
     El segundo momento es el año 1806 con la expedición de Francisco de Miranda, personaje esencial a lo largo de todo el proceso emancipador americano. La actividad diplomática, el trabajo político con los patriotas americanos y la publicación del periódico El Colombiano, fueron solo algunos elementos importantes utilizados por Miranda en la búsqueda de la libertad de todo un continente. Entre los años 1809 y 1810 se logra la consolidación del pensamiento y la acción política de Francisco de Miranda, quien para el momento se encontraba en Londres reactivando sus relaciones diplomáticas con el objetivo de buscar  apoyo del gobierno inglés para llevar a cabo el proyecto Independentista. Pero, aún cuando Inglaterra manifestó su disposición en apoyar a Miranda porque permitiría el establecimiento de un libre comercio con la América Hispana, dicho apoyo a las causas patriotas sería luego retirado debido a la situación provocada por la invasión de la Península Ibérica por parte de Napoleón Bonaparte. En la medida que las relaciones políticas entre Francia y España se distanciaran, los ingleses no dudarían en apoyar a España, dejando de lado los posibles planes con América. España para entonces  atravesaba una crisis que representaba una amenaza a la estabilidad de las monarquías europeas, y que Inglaterra no estaba interesada en perder. Ante este panorama, Miranda nunca detuvo sus planes, por el contrario, vio en la crisis española un espacio favorable para la lucha independentista comenzando con la promoción de ideas libertarias, argumentando que era el momento idóneo para que los naturales americanos asumiesen el control político definitivo en sus respectivas provincias y se acabaran con las monarquías españolas en América.

     El tercer momento importante, lo constituye la conjura de los mantuanos en 1808 que mediante un golpe de Estado, buscaban apoderarse del poder político en virtud de que se mantenía el control de la economía colonial a través del Cabildo, el Real Consulado y la agricultura.

     El mantuanaje caraqueño aprovechando el vacío de poder producto de la invasión de los franceses, y el consecuente arresto del rey Carlos IV y de Fernando VII, solicitan al Gobernador y Capitán General Juan de Casa, organizar una junta con las mismas características a las españolas, pero controladas y dirigidas por ellos mismos, en otras palabras, la idea de una revolución interna pero sin cambiar el orden social existente. Sin embargo, dicha revolución fracasa porque el capitán general  no accedió a las peticiones mandando a prisión a los más exaltados, y además porque las milicias de pardos estaban dispuestas a enfrentarlos con el fin de que no alcanzaran sus propósitos.

     De manera que todos estos acontecimientos que antecedieron al 19 de abril de 1810 conllevaron a declarar jurídicamente la independencia en el marco de profundas contradicciones, pero que aún así, permitieron que políticamente se produjera un cambio radical que culminó mucho después del 5 de julio de 1811. Este cambio comienza a evidenciarse cuando las masas, el pueblo entero se apodera de la idea de la libertad y la independencia. El contexto social, político y económico en que se toma tal decisión es completamente diverso. Por un lado estaban los que apoyaban la idea emancipadora, y por el otro los que eran férreos en su lealtad a Fernando VII y se negaban a la ruptura definitiva con España ya que implicaría la pérdida de fueros y privilegios a los que estaban acostumbrados desde inicios de la Colonia. Aún así, la independencia venezolana iba más allá de esta ruptura, esta implicaba la realización de una idea política que cambiaría la organización social del estado. Con esta separación, se definía el nacimiento de Venezuela ya como entidad independiente, cuyas bases guiarían a la nación serían principios republicanos donde los ciudadanos pasarían de ser simples súbditos de la corona española, a ciudadanos con libertades políticas y garantías sociales. En otras palabras, la independencia absoluta de Venezuela fue la condición para la fundación de la república.

     Asimismo, la emancipación permitió dar el salto hacia otras formas de independencia, a la necesidad de construir un país con identidad propia, a pensar sobre lo que se quería para el país y avanzar hacia la búsqueda de los objetivos.

    Hoy está planteada la profundización de la independencia que busca abandonar modelos económicos, políticos y socioculturales impuestos por las colonias imperiales, para alcanzar la construcción de un nuevo proyecto de país cuya meta es el pleno desarrollo de los hombres y mujeres como seres sociales, donde prevalezca la equidad y la justicia social. Dicho desarrollo además debe venir acompañado con un nivel de conciencia social que legitime los mismos y frene la inercia ideológica fundamentada en el egoísmo y el individualismo capitalista.

     Los sucesos anteriores y posteriores al 19 de abril de 1810 determinaron grandes cambios, abarcó profundas contradicciones y produjo choques violentos, pero igualmente sellaron “…la gloriosa Revolución que ha dado independencia y libertad a casi todo el Nuevo Mundo” (Juan Lovera, 1835). Doscientos años de emancipación son importantes para ser examinados, y debatir ahora más que nunca, sobre el papel que tuvieron no solo los héroes independentistas, sino también todo el pueblo que veía en  este proceso la oportunidad de romper las cadenas del despotismo y la dominación Colonial.

     Desde inicios del presente siglo se viene haciendo hincapié en profundizar nuestra propia independencia, que nos vincule al pasado en la medida que dejemos atrás viejos paradigmas y reafirmemos nuestra propia identidad cultural, social y política.

     Ahora más que nunca estamos obligados a reflexionar sobre lo que queremos como venezolanos, si deseamos continuar en el péndulo que va de una victoria ganada al sueño de una gloria, si seremos apátridas o seremos defensores de la patria, o si seguiremos alabando a los héroes de la patria o seremos nosotros mismos los héroes del siglo XXI que finalmente concretemos la unión de toda América Latina. La historia nos los exige.

     Este segundo centenario nos obliga a apoderarnos de las ideas de la independencia y a convertirlas en una fuerza del pueblo para continuar y profundizar la gesta histórica que este tiempo nos reclama, así  como lo señala István Mészáros, filósofo marxista de origen húngaro, en su libro El desafío y la carga del tiempo histórico “Ningún individuo, y ninguna forma concebible de sociedad en la actualidad o en el futuro, puede evadir las determinaciones objetivas y la correspondiente carga del tiempo histórico, junto con la responsabilidad que obligatoriamente nace de ellas…”



Lic. Noraya J. Pérez Díaz
Historiadora



    

27 de Febrero: Del “Guarenazo” al “Caracazo”



     Con el “Guarenazo” del 27 de febrero de 1989, este pueblo demostró su herencia insurgente y levantó su voz en contra de las injusticias sociales de los modos de producción y organización social capitalista, representadas por el Gobierno de Carlos Andrés Pérez y su paquete Económico del FMI.
     A finales de la década de los ochenta el Estado venezolano vivió una profunda crisis económica que venía gestándose hacia 1932 con la reducción del valor de las exportaciones e importaciones las cuales venían disminuyendo, y con esta incipiente disminución del bolívar, pero sin que la crisis tocara niveles tan elevados. En lo que sí contribuyó fue en el paso de una economía agroexportadora a una economía netamente petrolera. Posterior al período perezjimenista, el gobierno intervino activamente en la actividad petrolera, llevando a cabo una política de no otorgamiento de nuevas concesiones petroleras, la creación de la empresa estatal y su decisiva participación en la creación de la OPEP. Estas medidas redujeron las actividades de exploración y perforación, ocasionando una reducción en la inversión de la industria petrolera. Después del derrocamiento de la dictadura del 58 en Venezuela se establece una democracia representativa “pactada” por las grandes élites donde dos partidos políticos dominaron el escenario político y  compartieron el poder hasta 1999 cuando asume la presidencia Hugo Rafael Chávez Frías.

     A fin de disminuir los efectos de estas medidas, el gobierno, con el apoyo del llamado Pacto de Punto Fijo, decidió aumentar el nivel del gasto público, aumentó la presión tributaria y recurrió al crédito público. Con la firma de este tratado se sentaron las bases para una democracia representativa y en alianza con los Estados Unidos, instaurándose además un sistema político que no aceptaba ningún otro canal de demanda social que no fuese canalizado a través de AD y COPEI. Esto contribuyó a elevar el endeudamiento externo, que con la caída de los precios del petróleo colapsaron las finanzas del Estado repercutiéndose en la reducción de las reservas internacionales. En otras palabras, la renta petrolera estaba solo al servicio de las clases sociales dominantes, excluyendo al resto de la población.   

     La peor situación la vivió el país el 18 de febrero de 1983 con el “Viernes Negro” durante el gobierno de Luis Herrera Campins, marcando el inicio del deterioro económico, cuya crisis se complementó con la fuga masiva de capitales con notables efectos negativos sobre la inversión y el empleo.

      Jaime Lusinchi recibe la presidencia del país con una marcada crisis económica creando la Oficina del Régimen de Cambio Diferencial  (Recadi) órgano que se encargaría de establecer un control de cambio a fin de evitar la fuga de capitales. Sin embargo, a través de esta oficina se ocultó el tráfico de divisas por parte del sector económicamente poderoso llegando a niveles elevados y colocando al país en una grave situación fiscal que logró ocultar pero dejando una gran bomba de tiempo que estalla en el segundo período de Carlos Andrés Pérez.

     Los problemas heredados durante décadas ya alcanzaban niveles alarmantes, y el retorno de Pérez a la presidencia escondía, a través del derroche, dos grandes problemas como lo fue la exclusión social y el desastre económico, producto del anuncio que haría Lusinchi al afirmar que Venezuela no podía pagar su deuda debido a que se habían agotado las reservas internacionales. La terrible realidad económica del país llevó a Carlos Andrés a justificar la inminente entrega del país al Fondo Monetario Internacional. Aunado a esto, anuncia el 16 de Febrero, la aplicación de una serie de medidas económicas neoliberales ganándose el descontento y la inconformidad del pueblo, específicamente el de los sectores populares quienes veían cada vez menos la inversión y participación del estado en las políticas sociales.  

     Los sucesos que la historia recuerda como “El Caracazo”, para nosotros es reconocido como “El Guarenazo”, porque durante los días 27, 28 y 29 de febrero de 1989 cambiaron rápidamente y para siempre, la vida del venezolano, y en especial la del guarenero a quien le tocó protagonizar y levantar su voz de alto ante el atropello y violación de sus derechos. Para 1988 la situación del país fue dramática, la inflación rondaba un 100% unida al desabastecimiento y especulación de los alimentos, la población se empobrecía exponencialmente y sus recursos económicos era cada vez más limitada. Ante el anuncio del programa de austeridad y de reajuste estructural según lineamientos del FMI se decreta el aumento de los precios de transporte. Sin esperar la publicación del aumento en gaceta, las unidades de transporte público comenzaron a cobrar dicho aumento en el terminal de pasajeros de Guarenas. Además del abuso de los transportistas, se sumó la escases de unidades. A partir de este momento, la gente comenzó a sentirse frustrada e impotente, reclamando  el atropello de los conductores, exigiendo la habilitación de unidades para poder llegar a Caracas.

     Con la incertidumbre en puerta, el ánimo de las personas comienza a tomar niveles de protesta desde este punto de la ciudad, a esto se suma la manifestación de los estudiantes, siendo a partir de este momento cuando se desata una ola de protesta sin control. El día transcurre en disturbios y enfrentamientos entre efectivos policiales y el pueblo que, cansado de la injusticia, el engaño y la opresión, decide apropiarse de la mercancía de abastos, supermercados, y otros comercios. El gobierno, incapaz de controlar la situación, reprime al pueblo con la activación de efectivos militares a través de su Plan Ávila, anuncia la suspensión de las garantías constitucionales y declara un toque de queda para evitar más  saqueos e incendios de vehículos y locales comerciales.
     La violencia con que las personas asaltaron los comercios demostró la  pasividad a la que estuvo sometido el pueblo venezolano durante muchos años, marginada por la burguesía, rompiendo la "legalidad" burguesa” expresada en el acaparamiento, el sobreprecio de los productos de la cesta básica y de un conjunto de medidas económico neoliberales que en lugar de beneficiar terminaba por empobrecer más a la población.
     El 27 de febrero fue un estallido de carácter popular que respondió a un malestar social, cultural y político del pueblo olvidado por los gobiernos cuyo epicentro fue la ciudad de Guarenas, que tuvo un efecto boomerang sobre el resto de las ciudades que igualmente salieron a tomar las calles, y que tuvo como respuesta la mayor represión militar y una violación a los derechos humanos jamás vista en la historia contemporánea de Venezuela. Este estallido originado desde las masas también puso al descubierto la voracidad del capitalismo y de sus niveles para lograr sus objetivos.

     Para Guarenas el mes de febrero está cargado de importantes contenido históricos que nos obliga a no olvidar, sino a recordar la lucha protagonizada por nuestros indígenas ante la avasallante posesión de sus tierras y posterior colonización, a los enfrentamientos protagonizados durante la independencia, a las protestas estudiantiles llevadas a cabo en defensa de sus derechos y que han tenido una participación  importante en los momentos de explosión popular dejando su huella en el año 70 y 80. Del Guarenazo al Caracazo, y la Insurgencia Militar del 4 de Febrero del 92 le gritaron al mundo, que no es posible aplicar modelos neoliberales ni recetas económicas en Venezuela, que intentan privilegiar a una clase social a expensa del empobrecimiento de la mayoría. 

 Nuestros ancestros han despertado…

Lic. Noraya Pérez Díaz
Historiadora


HISTORIA E IDENTIDAD




    El avance de procesos sociales de transformación política y social ha contribuido a una mayor conciencia de organización comunitaria, y a la valorización de la importancia que tiene la lucha por la reivindicación socio-cultural que caracteriza nuestra historia social.
     
    Hemos tenido a lo largo del tiempo, desde sus primeros medios de expresión gráfica en la antigüedad hasta las formas más complejas del lenguaje actual, una historia que ha servido al hombre para dirigir su mirada al pasado y reconstruirlo en un contexto histórico determinado. Sin embargo, no ha llegado aún a reconocerse en ella la historia de los pueblos, cuya participación ha permanecido bajo las sombras e invisibilizada por un discurso histórico dominante, desde las ideas y valores de los vencedores, importante para una gran élite dominante, dejando en manos de  pueblos aquella historia anecdótica y vacía de sentido e identidad. Por esto, creemos que es urgente y necesario  nuevos enfoques para abordar  la historia social y cultural desde los pueblos, como potencialidad para construir y transformar  la historia desde lo local y cotidiano, pasando por lo regional, hasta llegar incluso, a la transformación de la  historia latinoamericana.

    En el ejercicio historiográfico interviene la persona que la escribe, además del conjunto de elementos teóricos utilizados. Hoy día, la reconstrucción del drama histórico debe partir de la memoria de los pueblos como instrumento y fuente de dicha renovada construcción, cuyo objetivo debe ser el fortalecimiento de nuestra identidad, desde lo local a lo nacional. De allí que, los hombres como protagonistas de la historia, deban identificarse con su entorno inmediato, acercándolo a una historia de transformación radical.

    Dentro de todo este contexto, el análisis histórico necesariamente debe superar las concepciones ideológicas dominantes de los vencedores, y  debe partir, desde una ideología libertaria con valores de solidaridad y respeto por la vida en la diversidad, en consecuencia se requiere  la organización y la  participación de los pueblos. Néstor Kohan señala que “la sociedad es una totalidad de relaciones atravesada por contradicciones internas que no son eternas, sino transitorias e históricas”. (Introducción al pensamiento socialista. El socialismo como ética revolucionaria y teoría de la rebelión. pág.18) En este sentido, la historia está llena de relaciones sociales basadas en la explotación y la dominación, pero esta visión puede cambiarse, porque la resistencia y la rebelión de los pueblos está en permanente aumento y exige de una renovada transformación social. En consecuencia, se demanda una transformación de la Historia Nacional y ésta debe comenzar a darse desde la historia de las comunidades por su carácter de permanente renovación, en función de la búsqueda de la reconstrucción de la memoria e identidad  desde lo singular, es decir, desde la cotidianidad en el interior de los pueblos.
 

    Observamos en estos últimos años, que la historia regional y local ha contribuido significativamente no sólo al conocimiento del pasado, sino también, a la historia como ciencia social. Se han multiplicado los organismos, las instituciones y las personas que se involucran en investigaciones locales en todas partes del mundo, y nuestro país forma parte de ello. Desde luego, esta “multiplicación” debe tener efectos positivos, pero, preocupa ver como frente a las urgencias de las comunidades, se sigue abordando esta realidad con un marco conceptual  que excluye la subjetividad y los procesos creativos del pueblo en los procesos de trasformación social y en la construcción permanente de la identidad histórica.

    Por ello, el reto de hoy es renovar  el conocimiento histórico, que depende en gran medida de crear y apoderarse de nuevos marcos teóricos y metodológicos, de la búsqueda creativa de nuevas fuentes y del enriquecimiento de las ya conocidas por medio de la re-interpretación crítica a luz de los acontecimientos actuales. La localización constante de nuevos testimonios será infinito mientras acontecimientos como los que ocurren en la  contemporaneidad no sean completamente explorados y comprendidos. Es precisamente esto la fundamentación de la historia radical o crítica como ciencia.

Es importante entonces, de acuerdo a nuestra propuesta, el acercamiento a las fuentes históricas que le dieron existencia a nuestra ciudad y que explican su desarrollo y transformación permanente, para así generar la conciencia y el interés por los procesos históricos locales. Esto en la práctica, debe obligarnos junto con las comunidades a realizar un esfuerzo para la búsqueda, el estudio, la organización y finalmente la publicación de las fuentes históricas de nuestro origen, así como  su  preservación. En este sentido, el estudio de la historia local debe permitir que el  conocimiento generado de ella, sea útil para  la transformación permanente de la realidad, en otras palabras, el conocimiento histórico debe ser  aprehendido por la comunidad para darle significado y cohesión, lo contrario es convertir metafóricamente a la historia local, en un sujeto con  Alzheimer cuyos recuerdos del pasado han perdido sus vínculos, mientras que su presente y futuro carecen de significado humano.

    En fin, bienvenida la nueva práctica radical de la historiografía que reivindicará, al fin, la verdadera historia de los pequeños pueblos.


Lic. Noraya J. Pérez Díaz
Historiadora


martes, 3 de abril de 2012

1621 fundación de Guarenas: de la colonización a la descolonización de los pueblos.


     El 14 de febrero de 1621 el padre Gabriel de Mendoza juez comisionario nombrado por el obispo Angulo, fue el encargado de señalar y erigir la iglesia del nuevo pueblo fundado bajo la advocación y nombre de “Nuestra Señora de la Caridad y Copacabana” agregando a su curato y doctrina las encomiendas del regidor Antonio Gámez, de Francisco Infante, de Lucas Martín(*) y de Hernando Cerrada, a quienes impuso la obligación de fabricar en un tiempo determinado, la iglesia, sacristía, cementerio y casa del cura doctrinero. Ahora bien, interesante es analizar para no conformarnos con la mera descripción, de por qué reunir estas cuatro encomiendas para llevar a cabo la fundación del pueblo.

     Entre los siglos XVI y XVII cuando se  fundan las primeras ciudades, el conquistador se aleja de la idea del mito de el dorado, y comienza a considerar la tierra como el verdadero preciado oro que tantos viajes y exploraciones le costó a la corona española, para luego convertirse está en objeto de explotación agrícola(1). Para el colonizador, el valor de estas tierras estaba en su capacidad de explotar y comercializar lo que ellas producían, que según registro del mismo obispo Mariano Martí, en su visita pastoral el 16 de marzo de 1784 hace referencia a unos cerros que “…en tiempo de hinvierno producen mucho fruto, (…) yuca, maís, plátanos, frixoles, caraotas, ñames, etc., y producen mucho algodón…” (2). Asimismo, el capitán Lucas Martínez de Porras, encomendero de Guatire poseía hatos en Guarenas y cultivaba maíz y caña. Partimos entonces de la premisa que la tierra comienza a valorarse como algo de lo cual se podía tomar posesión perdurable, apropiarse, trasmitirse por herencia, descubrirse y además ser explotado.

     La tierra con un valor mítico que forma  parte de la vida indígena,  pasa a ser propiedad de los colonizadores con la fundación del pueblo de Guarenas, amparados en el argumento de la cristianización y supuesta civilización, despojando y separando paulatinamente a indígenas de ellas desde comienzos del siglo XVII.

      Era necesario para ese entonces justificar la forma mediante el cual llevar a cabo este proceso, es allí cuando los colonizadores considerando que el indígena debía ser protegido, pero siempre bajo el prisma de sus propias normas civiles y cristinas, determinan su vigilancia y protección bajo el cuidado de un español encargado para tal fin. Pero, ¿de qué forma debía llevarse a cabo?, si desde el principio los indígenas fueron considerados súbditos de la corona española, y en ella recaía el poder de posesión de la tierra. ¿De qué forma los conquistadores terminaron siendo dueños de las tierras de origen indígena? La respuesta la encontramos en el traspaso de tierras que se inició en el siglo XVII, entre los cuales destacan; los repartimientos, las cédulas de gracias o merced, las ventas y las composiciones. De estas cuatro formas, dos de ellas fueron utilizados en forma general en todo el pueblo de Guarenas, es decir, los repartimientos y composiciones.

     La repartición de la tierra se organizó bajo la forma de encomiendas, y estas fueron distribuidas entre los encomenderos y otorgadas por herencia para la posesión continua de estas. Esto se evidencia cuando, por ejemplo hallamos que Hernando Cerrada, primer encomendero de Guarenas, casa a su hija Beatriz Cerrada de Mármol de avanzada edad con el capitán Lucas Martínez de Porras en 1651, catorce años más joven, pero dicho enlace da a lugar porque el único interés para los padres de los contrayentes era la rica encomienda de Guarenas. Este Hernando Cerrada, casado con Felipa de Ávila hija del conquistador Gabriel de Ávila, había traspasado anteriormente esta encomienda a su propio hijo Antonio Cerrada de Ávila, quien fallece soltero en 1651. Ante la repentina muerte del hijo se celebra el matrimonio pocos meses después entre Lucas Martínez y Beatriz Cerrada, permitiendo así que se pasara a solicitar la encomienda tomando posesión de ella en 1651. De esta manera se hace el traspaso de las tierras, y se busca la consolidación de las encomiendas entre el valle de Guarenas y Guatire. Una vez ejecutada la repartición y expropiación de la tierra, al indio solo se le asignaba un trozo con el cual trabajar su conuco, dejándoles, como se muestra en el siguiente registro “…a la banda Sur un sitio que llaman Gelechal, que son unos cerros grandes de que está rodeado este pueblo, menos por la parte de Oriente, que haze una obra grande, en donde están los principales trapiches o ingenios, que es el camino de Guatire…”(3) Al pueblo fundado como doctrina de indios, y para mantenerlo al margen de cualquier enfrentamiento con el conquistador se le dejaba esta porción de la tierra, sin embargo esto casi nuca fue respetado teniendo que reclamar por ellas en más de una ocasión por la ambición y deseo de posesión de nuevas y mayores extensiones de tierras.  

     Llevada a cabo la repartición de la tierra se recurre entonces a la composición como forma para legalizar el deseo de agrandar los linderos de posesión por parte de los españoles, entonces de una reducción de indios se pasa a un pueblo de doctrina para facilitar el proceso de adoctrinamiento de los indígenas, por lo que para ello se recurrió, como paso previo, a la reducción o concentración de los indios en centros poblados, reunidos en torno a una iglesia o escuela erigidas por los mismos encomenderos. Así, poco a poco, comienza un lento pero seguro crecimiento del pueblo a partir de la separación del indígena de su territorio,  desplazando sus formas de vida y creencias, deslindando al indígena de la tierra quedando en manos de quienes establecerían las grandes haciendas que hoy son parte del patrimonio municipal, haciendas construidas con la ayuda del esclavo traído para llevar a cabo una nueva fundación.

     Hoy nos sentimos comprometidos a reescribir el pasado que antecede a estos 391 años de historia colonizadora, pero no para celebrar la conquista y colonización del pueblo, sino para avanzar reconociendo nuestros orígenes culturales, y las luchas protagonizadas por nuestros indígenas frente a los designios de un rey, pasando por los períodos de la independencia hasta las insurgencias de un pueblo que continua luchando en el presente contra las nuevas formas de colonización.


Lic. Noraya J. Pérez Díaz
Historiadora
Cronista (e) de la Ciudad de Guarenas










(*) Este Lucas Martín según documentos es el mismo Lucas Martínez de Porras casado en 1617 con Micaela Pérez de Ávila, encomendero de Guatire y dueño de algunos hatos en Guarenas donde cultivaba maíz y caña.
 (1) José Rafael Lovera. Vida de haciendas en Venezuela.
(2) Obispo Mariano Martí. Documentos relativos a su visita Pastoral de la diócesis de Caracas (1771-1784), tomo II, Libro Personal, p.685.
(3) Idem.
(4) Antonio A. Herrera-Vaillant. El nudo deshecho: Compendio genealógico del Libertador, ANH, Tomo 269, cap. XII, “Una encomienda en Guarenas”.