miércoles, 13 de febrero de 2013

La devoción a la Copacabana en el presente



      
     Trescientos ochenta y seis años tiene la imagen de la Virgen de la Copacabana como patrona de Guarenas desde su llegada a estas tierras, cuyo origen se remonta a los andes bolivianos en la población de Copacaguanas donde vivió un indígena descendiente de los incas conocido como Francisco Tito Yupanqui convertido al cristianismo quien logró esculpir, después de tantos tropiezos, una figura por su devoción a la virgen María de una gran belleza, que ocupó un lugar importante dentro de su población. Con el tiempo esta devoción se expande por América y Venezuela. A Caracas nos llega una réplica perfecta de esta imagen, especialmente a la ermita de San Pablo y luego a Guarenas siendo utilizada por la iglesia católica para la fundación del pueblo y la expansión del culto cristiano.
     Interesante es el análisis que puede hacerse sobre el elemento cultural de la adoración de Yupanqui a la virgen María, donde no se puede obviar el proceso de aculturación antagónica por el cual pasaron los pueblos indígenas durante la colonización de las tierras. Hemos afirmado en otras oportunidades que Tito Yupanqui es un ejemplo más de ese fenómeno de transculturación donde los elementos impuestos de una cultura intentan sustituir o desplazar los elementos culturales propios de las culturas primarias, en el cual se imponen valores sociales, normas, lenguaje y la religión. Este sincretismo lograría solo la imposición del significante de sus elementos culturales, pero el significado para  nuestros indígenas permanecería oculto e intacto a través de la elaboración de mecanismos de resistencia culturalmente aceptables para contrarrestar el impacto que genera la conquista y la colonización.
     En este sentido, hemos querido rescatar una vez más la historia sobre el origen de la imagen de la Copacabana para analizar los componentes presentes de la celebración de esta patrona en el pueblo de Guarenas a través de los diferentes programas elaborados para esta festividad religiosa, que a simple vista conservan el mismo esquema de programación; misa, la banda musical recorriendo las principales calles representada hoy en la popular calenda, la procesión de la imagen para veneración de sus fieles y las diferentes retretas, muy diferentes a las de antaño donde se disfrutaban los increíbles espectáculos con los juegos artificiales eliminados en esta celebración.
     En muchos de estos programas varía alguna que otra actividad incluso en su junta directiva, sin embargo, la lectura entre líneas de la programación nos permite visibilizar aspectos de gran interés que nos conduce a la comprensión de la verdadera devoción a la patrona como salvadora en la fe.
     Es así como queremos destacar, por ejemplo, un programa del 21 de noviembre de 1921 trescientos años después de la llegada de la virgen hasta esta fecha, no solo el aspecto formal de la programación donde las fiestas comenzaban días previos a la conmemoración y con la participación de las casas comerciales, aprovechando la iglesia para la impartición del sacramento de la comunión, y la oportunidad para que “las almas limpias de las vírgenes se pongan de rodillas” y pidan por la protección de su inocencia. Como observamos, en este discurso religioso es el  carácter fundacional, colonizador e impositivo de la santa sede sobre los pueblos al afirmarse que el fervor católico y el amor a la Madre Protectora en una imagen traída fuera del seno de nuestra propia cultura, nacen, cito textualmente, “en la época en que se inundaba este pueblo bajo la Cruz de Cristo, a la sombra del viejo estandarte castellano, guiado por la fe de los conquistadores. Y fueron aquellos hombres, los fundadores de Guarenas, apóstoles de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, los que pusieron sobre el techo de nuestros humildes hogares, como un cielo magnífico de gloria, el turquino manto estrellado de la Copacabana”.
     Para nosotros no es sorpresa que dichas palabras se encuentren alejadas de la identidad cultural indígena que tiene el origen de la imagen de la Copacabana, ya que se buscaba desplazar una vez más y mediante el mecanismo de la negación, los significantes de la virgen para las culturas indígenas convirtiéndola en un símbolo de Fe enajenante y alienante, cuyo fin era controlar la conducta, pero con las cualidades simbólicas implícitas de los aborígenes representadas en los elementos de la naturaleza como el cielo, las estrellas y la tierra desde donde fueron expulsados para convertirlos en esclavos de ellas mismas para justificar la devoción y el seguimiento de la fe católica en los pobladores. Pero, ¿cómo  empoderarnos de esta celebración para revalorización de nuestra fe y adoptarla como símbolo de una cultura transformadora? Como sujetos constructores de nuestra propia historia, es imprescindible continuar el estudio de nuestros primeros pobladores y de todos aquellos que le han dado identidad  a la ciudad.  
     Para Guarenas, además de la Copacabana, tiene un valor culturalmente importante otras manifestaciones como el San Pedro y el Juan, con un carácter intrínsecamente popular y vinculadas con las tradiciones históricas de los negros e indígenas esclavizados durante el período colonial y representativa de la vida cultural en el seno de las antiguas haciendas, y de la relación antagónica entre esclavos y hacendados. Sin ánimos de establecer comparaciones sobre nuestras festividades, es oportuno dejar abierto el análisis para la discusión sobre el tema en momentos donde nos congregamos durante estas celebraciones, recorremos nuestras calles y asistimos a la invitación de la iglesia a través de su peculiar llamado con el toque de campanas, de reflexionar sobre nuestros valores en la fe, en el compromiso laico,  y en la puesta en práctica de las enseñanzas cristianas fundamentadas en el amor al necesitado, coherente con los procesos de transformación que estamos viviendo actualmente.

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