Guarenas tiene su origen etimológico en la
palabra Huerena, que además equivale a yerbal, pradera. A su vez, Guarenas es
de origen indígena Chagaragota, por lo que hablar de Guarenas es hacer
referencia a los indios Chagaragotos establecidos en este valle.
Esta población se asentó entre pequeñas
colinas y ríos de la zona, de allí que mucho de los nombres a zonas y fuentes
de agua estuvieron relacionadas con el nombre de algunos indios, bien porque
protagonizaran algún acontecimiento importante, o en memoria al cacique que
defendió las tierras, o porque recurrió a la huida como forma de impedir el
sometimiento y colonización. Como ejemplo tenemos la quebrada “Aramaipuro” hoy
quebrada Zumba, siendo el nombre del cacique principal de la zona y a quien le
tocó enfrentar a los españoles durante el período de la conquista. Urimare,
hija de este cacique probablemente tuvo participación en estos enfrentamientos
en defensa de su tribu. De la misma manera nos encontramos con el conocido río
Guarenas llamado por nuestros ancestros como “Ayacamú”. Conservamos
afortunadamente algunos nombres heredados como, entre muchos otros, a Curupao,
Gueime y Potuco, que hacen referencias a ríos y quebradas igualmente. (René G.
Jaspe)
Por la dificultad que tuvieron los
españoles de desarraigar la cultura aborigen no solo en estas tierras sino en
todas las que fueron objeto de conquista, Guarenas pasa a convertirse en un
pueblo de origen indígena a un pueblo de doctrina de indios bajo el régimen de
encomiendas. Las encomiendas de los indios Chagaragotos o Guarenas fueron
otorgadas por Diego de Lozada entre los conquistadores que lo acompañaron,
entre ellos se encontraron; Antonio
Gámez, Francisco Infante, Lucas Martín y Hernando Cerrada. Este Lucas Martín
según documentación revisada, es el mismo Lucas Martínez de Porras casado en
1617 con Micaela Pérez de Ávila, encomendero de Guatire y dueño de algunos
hatos en Guarenas donde cultivaba maíz y caña.
Con el
otorgamiento de las encomiendas surge el elemento importante a explotar: la
tierra. El conquistador comienza entonces a considerar la tierra como el
verdadero preciado oro que tantos viajes y exploraciones le costó a la corona
española, para convertirla en objeto de explotación agrícola para comercializar
lo que ellas producían. Durante la visita pastoral del obispo Mariano Martí el
16 de marzo de 1784 refiere productos como; yuca, maíz, plátanos, frijoles,
cacao, caña, ñame y algodón. En este sentido, la encomienda otorgada con el fin
de adoctrinar al indígena recurriendo posteriormente a la reducción o
concentración de los indios en centros poblados, reunidos en torno a una
iglesia erigida por los mismos encomenderos, se convierte en un lento pero
seguro crecimiento del pueblo a partir de la separación del indígena de su
territorio, desplazando sus formas de
vida, creencias y costumbres.
Muchas de
estas encomiendas fueron otorgadas con el tiempo por herencia entre
encomenderos para mantener la posesión continua de estas. Por ejemplo Hernando
Cerrada, primer encomendero de Guarenas, casa a su hija Beatriz Cerrada de
Mármol de avanzada edad con el capitán Lucas Martínez de Porras en 1651, cuyo
enlace da lugar por un único interés, la
rica encomienda de Guarenas. Pero, la posesión no solo fue el objetivo de
repartición de las tierras sino los productos agrícolas que estas producían
para comercializarlos con la ciudad de Caracas, donde muchos encomenderos
establecieron vivienda dejando en manos de otros familiares el cuidado de las
tierras donde asentaron sus haciendas.
Este sistema
de encomienda no solo alejo al indígena de sus tierras sino lo condujo también
al maltrato y explotación y desprovisto de cualquier protección. De allí que el
rey español por disposiciones emanadas en Real Orden solicita llevar a cabo la
fundación del pueblo como forma de separar a la comunidad indígena del
encomendero, que además no los instruía en la fe católica. Fue por esta razón
que un 14 de febrero de 1621, el padre Gabriel de Mendoza juez comisionario
nombrado por el obispo Angulo, se encarga de señalar el sitio donde debía
erigirse la iglesia del nuevo pueblo, escogiendo como advocación mariana el
nombre de “Nuestra Señora de la Caridad y
Copacabana” agregando a su curato y doctrina las tierras de los
encomenderos, a quienes les impuso la obligación de fabricar en un tiempo
determinado, la iglesia, sacristía, cementerio y casa del cura doctrinero.
Ante la
fundación del pueblo los encomenderos ofrecieron resistencia porque lesionaba
sus intereses económicos al tener que liberar a los indígenas que se
encontraban en su posesión, fue así como bajo la amenaza de la excomunión a los
encomenderos que no cumplieran con lo solicitado para llevar a cabo y completar
la fundación que se vieron obligados a cumplir la decisión del cura doctrinero
y evitar la pérdida de las tierras poseídas.
Con la
fundación del pueblo de Guarenas los indígenas continuaron trabajando en las
haciendas de los encomenderos pero bajo una nueva vigilancia, la de la iglesia
católica a través de sus curas doctrineros para garantizar el orden religioso,
y el establecimiento del cabildo indígena para el mantenimiento del orden
civil.
Hoy, en su
aniversario, y muy cerca de su cuatricentenario es propicio recordar nuestros
ancestros ya que su huella permanece como impronta colectiva y que nos
reclama que la lucha no ha concluido aún. Siempre que avancemos, nuestro pasado
histórico estará presente y nos reclamará nuestro compromiso con nuestra ciudad.
Lcda.
Noraya J. Pérez Díaz
Historiadora
Cronista Municipal de
Guarenas