Trescientos ochenta y seis años tiene la imagen de la Virgen de la
Copacabana como patrona de Guarenas desde su llegada a estas tierras, cuyo
origen se remonta a los andes bolivianos en la población de Copacaguanas donde
vivió un indígena descendiente de los incas conocido como Francisco Tito
Yupanqui convertido al cristianismo quien logró esculpir, después de tantos
tropiezos, una figura por su devoción a la virgen María de una gran belleza,
que ocupó un lugar importante dentro de su población. Con el tiempo esta
devoción se expande por América y Venezuela. A Caracas nos llega una réplica
perfecta de esta imagen, especialmente a la ermita de San Pablo y luego a
Guarenas siendo utilizada por la iglesia católica para la fundación del pueblo
y la expansión del culto cristiano.
Interesante es el análisis que puede hacerse sobre el elemento cultural
de la adoración de Yupanqui a la virgen María, donde no se puede obviar el proceso
de aculturación antagónica por el cual pasaron los pueblos indígenas durante la
colonización de las tierras. Hemos afirmado en otras oportunidades que Tito
Yupanqui es un ejemplo más de ese fenómeno de transculturación donde los elementos
impuestos de una cultura intentan sustituir o desplazar los elementos
culturales propios de las culturas primarias, en el cual se imponen valores
sociales, normas, lenguaje y la religión. Este sincretismo lograría solo la
imposición del significante de sus elementos culturales, pero el significado
para nuestros indígenas permanecería oculto
e intacto a través de la elaboración de mecanismos de resistencia culturalmente
aceptables para contrarrestar el impacto que genera la conquista y la
colonización.
En este sentido, hemos querido rescatar una vez más la historia sobre el
origen de la imagen de la Copacabana para analizar los componentes presentes de
la celebración de esta patrona en el pueblo de Guarenas a través de los
diferentes programas elaborados para esta festividad religiosa, que a simple
vista conservan el mismo esquema de programación; misa, la banda musical
recorriendo las principales calles representada hoy en la popular calenda, la
procesión de la imagen para veneración de sus fieles y las diferentes retretas,
muy diferentes a las de antaño donde se disfrutaban los increíbles espectáculos
con los juegos artificiales eliminados en esta celebración.
En muchos de estos programas varía alguna que otra actividad incluso en
su junta directiva, sin embargo, la lectura entre líneas de la programación nos
permite visibilizar aspectos de gran interés que nos conduce a la comprensión
de la verdadera devoción a la patrona como salvadora en la fe.
Es así como queremos destacar, por ejemplo, un programa del 21 de
noviembre de 1921 trescientos años después de la llegada de la virgen hasta
esta fecha, no solo el aspecto formal de la programación donde las fiestas
comenzaban días previos a la conmemoración y con la participación de las casas
comerciales, aprovechando la iglesia para la impartición del sacramento de la
comunión, y la oportunidad para que “las
almas limpias de las vírgenes se pongan de rodillas” y pidan por la
protección de su inocencia. Como observamos, en este discurso religioso es el carácter fundacional, colonizador e impositivo
de la santa sede sobre los pueblos al afirmarse que el fervor católico y el
amor a la Madre Protectora en una imagen traída fuera del seno de nuestra
propia cultura, nacen, cito textualmente, “en
la época en que se inundaba este pueblo bajo la Cruz de Cristo, a la sombra del
viejo estandarte castellano, guiado por la fe de los conquistadores. Y fueron
aquellos hombres, los fundadores de Guarenas, apóstoles de la Iglesia Católica,
Apostólica y Romana, los que pusieron sobre el techo de nuestros humildes
hogares, como un cielo magnífico de gloria, el turquino manto estrellado de la
Copacabana”.
Para nosotros no es sorpresa que dichas palabras se encuentren alejadas de
la identidad cultural indígena que tiene el origen de la imagen de la
Copacabana, ya que se buscaba desplazar una vez más y mediante el mecanismo de
la negación, los significantes de la virgen para las culturas indígenas convirtiéndola
en un símbolo de Fe enajenante y alienante, cuyo fin era controlar la conducta,
pero con las cualidades simbólicas implícitas de los aborígenes representadas
en los elementos de la naturaleza como el cielo, las estrellas y la tierra
desde donde fueron expulsados para convertirlos en esclavos de ellas mismas
para justificar la devoción y el seguimiento de la fe católica en los
pobladores. Pero, ¿cómo empoderarnos de
esta celebración para revalorización de nuestra fe y adoptarla como símbolo de
una cultura transformadora? Como sujetos constructores de nuestra propia
historia, es imprescindible continuar el estudio de nuestros primeros
pobladores y de todos aquellos que le han dado identidad a la ciudad.
Para Guarenas, además de la Copacabana, tiene un valor culturalmente
importante otras manifestaciones como el San Pedro y el Juan, con un carácter intrínsecamente
popular y vinculadas con las tradiciones históricas de los negros e indígenas
esclavizados durante el período colonial y representativa de la vida cultural en
el seno de las antiguas haciendas, y de la relación antagónica entre esclavos y
hacendados. Sin ánimos de establecer comparaciones sobre nuestras festividades,
es oportuno dejar abierto el análisis para la discusión sobre el tema en
momentos donde nos congregamos durante estas celebraciones, recorremos nuestras
calles y asistimos a la invitación de la iglesia a través de su peculiar
llamado con el toque de campanas, de reflexionar sobre nuestros valores en la
fe, en el compromiso laico, y en la
puesta en práctica de las enseñanzas cristianas fundamentadas en el amor al
necesitado, coherente con los procesos de transformación que estamos viviendo
actualmente.
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