La parranda de San Pedro está circunscrita
a los acontecimientos políticos de la gesta emancipadora. Sus orígenes se
remontan al siglo XIX venezolano momento en el cual se da inicio a la guerra de
independencia iniciada en 1810, la pérdida de la primera república y el
comienzo de la emigración a Oriente cuando muchos fueron acusados de infidentes
por seguir a Bolívar en su paso por estas tierras porque huían del terror
desatado por Boves y Tomás Morales. La estrategia militar conocida como “la
distracción de Bermúdez” desde el Oriente a Guatire, de Guatire a Caracas, a
los Valles de Aragua regresando nuevamente a Guatire, y la batalla de Carabobo
en 1821 donde también participaron algunos pardos de la región de Guarenas y
Guatire, contribuyeron a sellar la independencia venezolana. Luego de la
victoria de Carabobo, se crea el Cantón Guarenas alcanzando su autonomía
municipal, independiente de Caracas y estableciendo en 1822 su propio Concejo.
En este sentido, la manifestación
religiosa-cultural se desarrolla en un ambiente de luchas por lograr una
independencia y para acabar con la esclavitud, nace específicamente en la hacienda San Pedro
ubicada en Guarenas, en la que existió una capilla donde se encontraba la
imagen de San Pedro Apóstol, cuarto mestizo y patrón de los esclavos negros de
Guarenas y Guatire quien sanó a muchos enfermos en esta hacienda. La veneración
a San Pedro Apóstol comienza desde este momento simbolizado en María Ignacia
quien pide el milagro de salvar a su hija Rosa Ignacia. Ella había prometido al
santo que de salvarle la vida le cantaría y bailaría cada 29 de junio, y así le
tocó hacer por mucho. Luego, María Ignacia cae enferma, y su marido José
Eusebio continuó con la tradición ante la muerte de su mujer a quien le
prometió seguir con la promesa.
El origen de la tradición comienza con los
negros esclavos llegados a estas tierras sometidos al trabajo riguroso tanto de
la construcción de las haciendas como del trabajo interno, y quienes le rendían
culto a este santo patrón. Contaba la hacienda San Pedro con una capilla con la
imagen del santo, pero a causa del terremoto de 1812 fue derrumbada, y la
imagen fue rescatada y entregada a Juan Aponte quien la conservó durante muchos
años. Debido a esta situación la festividad del San Pedro se continuó llevando
a cabo en la iglesia de la Copacabana, donde actualmente reposa dicha imagen.
La Parranda de San Pedro estuvo al mando
del señor Norberto Blanco, quien antes de morir se la entregó al señor Antonio
Núñez, que a su vez la mantuvo durante cincuenta y dos años, cantando y
bailando al santo patrón. La herencia de Antonio Núñez es la voz de varias
generaciones del pueblo que guardó un canto recorriendo calles y plazas durante
años (Sonia García, 2001). En febrero de 1986 le entrega la jefatura de la
parranda a su hijo Pablo Núñez, y el 5 de febrero de 1986 fallece con el ánimo
de que “La parranda de San Pedro nunca se puede acabar”. Desde este
momento es su descendiente quien tiene la responsabilidad de dar continuidad a
la tradición. Los preparativos para la celebración comienzan unos meses antes,
y se hacen notar cada 29 de mayo con la serenata que lleva la parranda por las
principales calles para anunciar a los vecinos la proximidad de la fiesta. En
la antesala a la festividad, el 28 de junio, se adorna la iglesia y se viste al
santo, “…por la noche la parranda lleva serenata a las puertas, sin los trajes,
y se retira hasta el día siguiente, cuando comienza propiamente la fiesta…”
(Idem).
Tiene la particularidad esta tradición en
Guarenas que la imagen del San Pedro Apóstol solo aparece durante la procesión
que se lleva a cabo una vez finalizada la celebración eucarística, y alrededor
de la Plaza Bolívar, y no en las serenatas y recorridos por las diferentes
calles. Concluida la procesión, se coloca el santo de frente al público y en la
entrada de la Catedral, desde donde se escuchan las siguientes palabras a cargo
del jefe y solista de la parranda:
“En el nombre de Dios
comienzo
como debo e’ comenzar
y en el nombre de
Dios y la Virgen
yo me voy a
persignar”
Desde este momento se da inicio al canto,
el baile, al pago y peticiones de promesas. Al final de estos actos comienzan la danza y los actos, siendo
acompañados esta vez por los Sanjuaneros. Al finalizar este rito la imagen es
guardada hasta el próximo año en la nave izquierda de nuestra catedral. Desde
entonces comienza el recorrido por las calles de nuestra ciudad el cual suele
terminar en la Plaza de la Candelaria, dejando constancia de una sucesión de
herencias culturales, de cantos de pueblo al compás de maracas, cuatro y
cotizas.
Esta tradición llena de entusiasmo por
tucusitos, María Ignacia, coticeros y prometeros, nos invita a recordar cada 29
de junio las palabras que alguna vez
dijo Antonio Núñez: “El San Pedro
de Guarenas no lo podemos olvidar”, y en especial ahora siendo Patrimonio
Cultural Inmaterial de la Humanidad. Del pasado colonial de Guarenas para el
mundo.
Lcda.
Noraya J. Pérez Díaz
Historiadora
Cronista
Municipal de Guarenas
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