A 202 años de la firma del Acta de la
Independencia venezolana, nos detenemos para dirigir nuestra mirada al pasado
para reflexionar sobre el cambio radical que produjo la múltiple misión de los
revolucionarios del siglo XIX, enmarcados en tres momentos históricos
específicos e importantes por su impacto en la emancipación venezolana. Durante
este arduo proceso, negros, indígenas, pardos y
mantuanos, formaron parte de un proyecto emancipador con peculiares
características y con un alcance a nivel nacional como continental para la
consolidación de repúblicas independientes.
Un primer momento es el año 1797 con la
conspiración de Gual y España cuyo ideario estuvo expresado en una ordenanza
que, en nombre de la Santísima Trinidad, se proponía restituir la libertad del
pueblo. Dentro de los puntos fundamentales tocados en ellas tuvo especial
importancia la proclamación de los derechos del hombre: igualdad, fraternidad, libertad y
propiedad, que además contribuiría con la eliminación de las clases
sociales. Pero, aún cuando este movimiento fue descubierto antes de que llegase
a estallar, ciertamente logró conmocionar la tranquilidad de la sociedad
colonial generando gran preocupación en los mantuanos caraqueños, quienes
vieron con este movimiento la amenaza a los privilegios a los cuales no estaban
dispuestos a abandonar.
El segundo momento es el año 1806 con la
expedición de Francisco de Miranda, personaje esencial a lo largo de todo el
proceso emancipador americano. La actividad diplomática, el trabajo político con
los patriotas americanos y la publicación del periódico El Colombiano, fueron solo algunos elementos
importantes utilizados por Miranda en la búsqueda de la libertad de todo un
continente. Entre los años 1809 y 1810 se logra la consolidación del
pensamiento y la acción política de Francisco de Miranda, quien para el momento
se encontraba en Londres reactivando sus relaciones diplomáticas con el
objetivo de buscar apoyo del gobierno inglés
para llevar a cabo el proyecto Independentista. Pero, aún cuando Inglaterra
manifestó su disposición en apoyar a Miranda porque permitiría el
establecimiento de un libre comercio con la América Hispana, dicho apoyo a las causas
patriotas sería luego retirado debido a la situación provocada por la invasión
de la Península Ibérica por parte de Napoleón Bonaparte. En la medida que las
relaciones políticas entre Francia y España se distanciaran, los ingleses no
dudarían en apoyar a España, dejando de lado los posibles planes con América. España
para entonces atravesaba una crisis que
representaba una amenaza a la estabilidad de las monarquías europeas, y que
Inglaterra no estaba interesada en perder. Ante este panorama, Miranda nunca detuvo sus planes, por el
contrario, vio en la crisis española un espacio favorable para la lucha
independentista comenzando con la promoción de ideas libertarias, argumentando que
era el momento idóneo para que los naturales americanos asumiesen el control
político definitivo en sus respectivas provincias y se acabaran con las
monarquías españolas en América.
El tercer momento importante, lo
constituye la conjura de los mantuanos en 1808 que mediante un golpe de Estado,
buscaban apoderarse del poder político en virtud de que se mantenía el control
de la economía colonial a través del Cabildo, el Real Consulado y la
agricultura.
El mantuanaje caraqueño aprovechando el
vacío de poder producto de la invasión de los franceses, y el consecuente
arresto del rey Carlos IV y de Fernando VII, solicitan al Gobernador y Capitán General Juan de Casa, organizar
una junta con las mismas características a las españolas, pero controladas y
dirigidas por ellos mismos, en otras palabras, la idea de una revolución
interna pero sin cambiar el orden social existente. Sin embargo, dicha
revolución fracasa porque el capitán general
no accedió a las peticiones mandando a prisión a los más exaltados, y además
porque las milicias de pardos estaban dispuestas a enfrentarlos con el fin de
que no alcanzaran sus propósitos.
De manera que todos estos acontecimientos
que antecedieron al 19 de abril de 1810 conllevaron a declarar jurídicamente la
independencia en el marco de profundas contradicciones, pero que aún así,
permitieron que políticamente se produjera un cambio radical que culminó mucho
después del 5 de julio de 1811. Este cambio comienza a evidenciarse cuando las
masas, el pueblo entero se apodera de la idea de la libertad y la independencia.
El contexto social, político y económico en que se toma tal decisión es
completamente diverso. Por un lado estaban los que apoyaban la idea
emancipadora, y por el otro los que eran férreos en su lealtad a Fernando VII y
se negaban a la ruptura definitiva con España ya que implicaría la pérdida de
fueros y privilegios a los que estaban acostumbrados desde inicios de la
Colonia. Aún así, la independencia venezolana iba más allá de esta ruptura,
esta implicaba la realización de una idea
política que cambiaría la organización social del estado. Con esta
separación, se definía el nacimiento de Venezuela ya como entidad
independiente, cuyas bases guiarían a la nación serían principios republicanos
donde los ciudadanos pasarían de ser simples súbditos de la corona española, a
ciudadanos con libertades políticas y garantías sociales. En otras palabras, la
independencia absoluta de Venezuela fue la condición para la fundación de la
república.
Asimismo, la emancipación permitió dar el
salto hacia otras formas de independencia, a la necesidad de construir un país
con identidad propia, a pensar sobre lo que se quería para el país y avanzar hacia
la búsqueda de los objetivos.
Hoy está planteada la profundización de la
independencia que busca abandonar modelos económicos, políticos y
socioculturales impuestos por las colonias imperiales, para alcanzar la
construcción de un nuevo proyecto de país cuya meta es el pleno desarrollo de
los hombres y mujeres como seres sociales, donde prevalezca la equidad y la
justicia social. Dicho desarrollo además debe venir acompañado con un nivel de
conciencia social que legitime los mismos y frene la inercia ideológica
fundamentada en el egoísmo y el individualismo capitalista.
Los sucesos anteriores y posteriores al 19
de abril de 1810 determinaron grandes cambios, abarcó profundas contradicciones
y produjo choques violentos, pero igualmente sellaron “…la gloriosa Revolución que ha
dado independencia y libertad a casi todo el Nuevo Mundo” (Juan Lovera,
1835). Doscientos años de emancipación son importantes para ser examinados, y
debatir ahora más que nunca, sobre el papel que tuvieron no solo los héroes
independentistas, sino también todo el pueblo que veía en este proceso la oportunidad de romper las
cadenas del despotismo y la dominación Colonial.
Desde inicios del presente siglo se viene
haciendo hincapié en profundizar nuestra propia independencia, que nos vincule
al pasado en la medida que dejemos atrás viejos paradigmas y reafirmemos
nuestra propia identidad cultural, social y política.
Ahora más que nunca estamos obligados a
reflexionar sobre lo que queremos como venezolanos, si deseamos continuar en el
péndulo que va de una victoria ganada al sueño de una gloria, si seremos
apátridas o seremos defensores de la patria, o si seguiremos alabando a los
héroes de la patria o seremos nosotros mismos los héroes del siglo XXI que finalmente
concretemos la unión de toda América Latina. La historia nos los exige.
Este segundo centenario nos obliga a apoderarnos
de las ideas de la independencia y a convertirlas en una fuerza del pueblo para
continuar y profundizar la gesta histórica que este tiempo nos reclama,
así como lo señala István Mészáros, filósofo
marxista de origen húngaro, en su libro El desafío y la carga del tiempo
histórico “Ningún individuo, y ninguna
forma concebible de sociedad en la actualidad o en el futuro, puede evadir las
determinaciones objetivas y la correspondiente carga del tiempo histórico,
junto con la responsabilidad que obligatoriamente nace de ellas…”
Lic.
Noraya J. Pérez Díaz
Historiadora