viernes, 16 de mayo de 2014

"EL RINCÓN DE LOS VIEJOS"

La voluminosidad de su estructura corpórea parecía indicar, que fue literalmente construido para conmemorar un gran suceso épico.

Era un cultor de la amistad y del bienestar colectivo, un acerrimo defensor del buen decir, y de hecho en su presencia estaban excecradas las grocerías y vulgaridades tan comunes en el hablar cotidiano. ¿Su hábitat? Una vieja casona colonial ubicada casi al final del pueblo, en cuyos amplios corredores, sombreados por altos arbustos, se respiraban añejos olores de grandezas idas.

La casa estaba decorada con profusión de fotografías familiares; viejos afiches taurinos y de espectáculos artísticos de principios de siglo; animales disecados y en general una pleyala de objetos colocados sin solución de continuidad, pero reveladores de la idiosincracia del dueño de la casa.

"El Rincón de los Viejos" fue refugio obligado de los guareneros de edad media, que querían huir de la música estridente propia de los años 70; o  lugar de encuentro de algunos jóvenes entusiasmados con las costumbres y forma de vida de los mayores.

Ocasionalmente un conjunto criollo o algún grupo de música popular, amenizaban las cálidas tardes de fin de semana, invitando a los parroquianos al baile y a la sana diversión. En los anaqueles del botiquín, había profusión de licores y de extraños preparados con nombres exóticos, elaborados con vegetales de la región ( ponsigué, malojillo, berro, menta, canelita, guaco, etc ), que servían en pequeñas copas de cristal y que "carburaban" a los clientes.

Habían también gran cantidad de frascos de serpientes, sapos, gusanos y lombrices, que el dueño utilizaba para sus tratamientos esotéricos. Algunos sábados y domingos, el anfitrión hacia gala de sus habilidades culinarias y nos sorprendía con un "cruzado·, un sancocho o alguna otra  exquisitez gastronómica, que causaba la delicia de los clientes por su rico sabor y por lo económico de sus precios.

Muchas veces se sentía que el tiempo se había detenido en el "Rincón de los Viejos", y aún conservamos ese recuerdo en la memoria. La torva mirada del oscuro pelicano que oscilaba en el cielo-raso del recordado local, la antigua caja registradora, las botellas verdes de "Cerveza Caracas" y un sin fin de cosas idas, de imposible retorno.

Gerardo Marrero y su famoso botiquín-restaurant, llegaron a constituirse en referencia obligada para aquellos nostálgicos que a lo largo de los años han sostenido, que todo tiempo pasado, fue mejor...

CUADERNO COLECCIÓN CURUPAO Nº 2.

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