La advocación de Nuestra Señora de la Copacabana tiene, como
bien lo dijo Lucas Castillo Lara, un raigambre indígena cuyo enlace se
encuentra en el proceso colonizador de América.
Con la colonización se genera un proceso de
aculturación antagonista, mediante el cual una cultura dominante somete a la cultura primaria (la
cultura indígena) esta ultima adoptar los complejos de rasgos culturales impuestos,
pero, generando grandes antagonismos y
contradicciones en el seno del proceso civilizador. Proceso que aparentemente
se resuelve cuando la cultura dominada
adopta los medios culturales impuestos más no los fines últimos (el significante o simbólico) de la cultura
dominante.
Es común en todo cambio sociocultural que
nuevos medios culturales se adopten para robustecer los ya existentes, y a
veces con el designio bien específico de resistir la adopción obligatoria del
grupo dominante, en este caso, la
española. Frente a esta imposición se elaboran a nivel mental un conjunto de
mecanismos defensivos que permiten resistirse a la incorporación de nuevos
ítems culturales, generando en definitiva un doble registro de la realidad
tanto a nivel consciente como inconsciente. Una forma de resistencia es
ejemplificada con el proceso evangelizador (ideologización) de los misioneros
de forma “pacífica”.
Aquellos indios que no fueron repartidos
bajo el régimen de encomienda debido al constante enfrentamiento con los
españoles, fueron divididos y agrupados en núcleos de población, viviendo
aislados y con cierta autonomía, pero siempre bajo la autoridad de sus propios
alcaldes y alguaciles. Durante el período colonial se llevaron a cabo gran
número de reducciones de indios, con el objeto de mantener el control sobre
ellos y garantizar así la instrucción religiosa (proceso de ideologización),
con ayuda del cura doctrinero. Pocas veces pudo avanzarse con él más allá de un
sometimiento, siempre rechazado, o de un adoctrinamiento aparente, aceptado
como autodefensa.
En este contexto se presenta un indígena
descendiente de los Incas conocido como Francisco Tito Yupanqui quien desea
hacer una imagen del culto mariano para propagarlo y lograr la conversión de
otros. Seguido por la fe en lo sobrenatural plasma en una escultura la visión
“…de una señora de dulce y grave aspecto, vestida de amplio manto que le caía
en numerosos pliegues..”(1) Lucas G. Castillo Lara. Nuestra Señora de la Copacabana de las
Guarenas.
Sus pocas habilidades en el esculpido de
figuras lo llevan hasta el Potosí con la idea de adquirir las prácticas
necesarias logrando con ayuda de otros artistas la imagen de la Virgen. Es así como esta imagen
de Copacabana se convierte en patrona (en un representante simbólico alienante)
de ese pueblo indígena transfiriéndole
cualidades simbólicas (los significantes) propias de las culturas indígenas
como es el culto al clima, la lluvia, la sequía y en su conjunto a la gran Madre Tierra proveedora de la vida.
De Potosí llega a Venezuela una replica de
la imagen la cual fue colocada en la iglesia de San Pablo en Caracas. Para el
momento de la fundación de Guarenas se escoge como advocación a la Virgen María llamándolo Nuestra
Señora de la Copacabana del Valle de
Guarenas.
Hoy en día cabe preguntarse ¿qué ha pasado
desde entonces hasta nuestros días con la celebración de nuestra patrona?
¿Creemos verdaderamente en nuestra virgen como salvadora en la fe? Si es así,
¿Cómo es nuestro comportamiento con el otro?, ¿Las relaciones humanas están
basadas en principios de solidaridad, unión e igualdad? Creemos justo y
necesario la reconquista de los valores simbólicos de la Virgen de la Copacabana, de volver a
su historia para reescribirla resaltando sus significantes y revalorizar
nuestra fe, así dejara de ser una celebración meramente mercantilista y
colocarla como verdadero patrimonio cultural de Guarenas.
Lic. Noraya Pérez Díaz
Historiadora
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